08 abril, 2013

La Mesa contra la Despoblación alerta sobre la gravedad del problema

Diario HOY digital. 08.04.13 - MIGUEL ÁNGEL MARCOS


El viernes volvieron a reunirse alcaldes, concejales, presidente y técnicos de Arjabor y miembros de la asociación Higuera Adelante, en esta ocasión en Higuera de Albalat, para seguir profundizando en el objetivo que se ha marcado la Mesa contra la Despoblación de tratar de concienciar a la población de la comarca del grave problema de supervivencia que afecta a buena parte de los municipios de la comarca del Campo Arañuelo. 


También se pretende encontrar iniciativas públicas y privadas para paliar o revertir este fenómeno, que afecta a numerosas localidades, especialmente de la provincia de Cáceres donde, según los datos de la última encuesta del INE del 2012, la población disminuyó en 1.849 habitantes. 


Por parte de los representantes municipales se constató, según se explica, la escasa capacidad de implicación de la población hasta el momento. Por ello se insistió en la necesidad de seguir con iniciativas para sensibilizar sobre el problema y hacer partícipe a la misma en la búsqueda de soluciones, «sin cuya participación y comprensión del problema no existen muchas oportunidades de poner en práctica las propuestas que surjan». Asimismo se apuntó la urgencia de hacer llegar a las autoridades provinciales y autonómicas el estado de la cuestión en la comarca, para obtener su implicación efectiva en la búsqueda de soluciones.


Igualmente se acordó poner en práctica acciones generales contra la despoblación, pero también específicas en cada municipio en función de las características y el potencial de cada uno, echando mano de la ayuda de los técnicos de desarrollo local de que dispone la Mancomunidad del Campo Arañuelo, previa negociación con ésta. Para potenciar y coordinar todo ese trabajo se procedió a la elección de dos coordinadores, de Mesas de Ibor e Higuera de Albalat. 


Por último, se aprobó celebrar una nueva reunión en unos meses con propuestas de actuación más concretas «buscando la consecución de los objetivos de concienciación, implicación y soluciones para un problema que amenaza con dejar desierto de población residente muchos pueblos de la comarca en las próximas décadas». 





  Nota: las imágenes [de poca calidad-no tenemos otras] no son del Diario Hoy

02 abril, 2013

Higuera perderá la mitad de la población en 20 años



 Un estudio señala que en el año 2033 tendría tan solo 29 habitantes, frente a los 71 actuales
FUENTE: Diario HOY, 31.03.13 - 00:43 -E. G. R. 

Perder casi el 60% de sus habitantes, o lo que es lo mismo, pasar de los 71 actuales a solo 29 en tan solo dos décadas. Este es el negro futuro que augura un estudio a Higuera de Albalat, a menos que se haga algo para remediarlo. Además, la mayor parte de los vecinos tendrían más de 65 años de edad. La publicación del citado estudio en la hoja informativa municipal tiene lugar días antes la próxima reunión de la Mesa contra la Despoblación, que precisamente se celebrará el 5 de abril en el mismo municipio.
Según el mismo estudio «se constata una vez más que la situación de despoblación es realmente muy grave, mucho más dada las escasas expectativas económicas existentes en el municipio y el entorno», lamentan desde el Ayuntamiento. La Mesa está formada por representantes de los 13 municipios de Campo Arañuelo que suman menos de 700 habitantes. En la reunión se abordará la necesidad de la participación activa de los vecinos contra la despoblación y posibles acciones a llevar a cabo para combatirla.


Comentario a la noticia


Esta noticia, publicada por el díario HOY el 31 de marzo, aunque en conjunto refleja lo mostrado en el estudio realizado por mí en relación con mi pueblo, Higuera de Albalat, requiera algunas matizaciones:
1. Según dice el titular Higuera no sólo perdería la mitad de la población residente dentro de 20 años, perdería casi el 60%, como bien indica en la primera línea del texto.
2. La mayor parte de los vecinos (un 58%) tiene actualmente más de 65 años, pero en 2033, de los 29 residentes, 20 tendrán mas de 50 años y sólo 9 menos de esa edad, siempre en el supuesto de que tres familias jóvenes con hijos (10 residentes en total) instaladas recientemente en Higuera, puedan permanecer aquí en esos próximos 20 años; en caso contrario, lógicamente, la velocidad de Despoblación sería aún más rápida.
3. Este estudio, que no pretende ser científico, pero que creo que se aproximará, desgraciadamente, bastante a la realidad muestra  como la falta de previsión y de iniciativas prolongadas en el tiempo (de los regidores locales, pero también de las autoridades provinciales y autonómicas), el conformismo generalizado de la población, etc.  frente a este grave problema de supervivencia de nuestros municipios, lleva inevitablemente en un plazo muy corto a que la situación sea poco menos que irreversible. La situación de grave Despoblación ha tocado ahora a Higuera , pero en un futuro no tan lejano, tocará igualmente a los municipios que no hayan sabido enfrentarse a tiempo a este problema.  La implicación de todos los afectados (alcaldes, residentes, empadronados, oriundos no residentes, autoridades provinciales y autonómicas ...) es imprenscindible para frenar este descorazonador bólido; los municipios del Campo Arañuelo tienen ahora un herramienta para intentarlo, la Mesa Contra la Despoblación; si no se moviliza lo suficiente o si fracasa finalmente, el goteo de pueblos despoblados y finalmente abandonados seguirá su  curso. ¿Nadie será responsable por ello?

Si deseas consultar los datos del estudio -que es fácilmente factible en cualquier municipio pequeño- puedes hacerlo, pinchando sobre la portada del boletín "La Hoja de Higuera" en la web www.higueradealbalat.es
T.Melo . Coordinador 1 de la Mesa contra la Despoblación del Campo Arañuelo, integrada en Arjabor.

17 marzo, 2013

DESPOBLACIÓN en Extremadura: ¿El futuro que nos espera?




Una desaparición anunciada
 o
          No dejes para mañana lo que puedas empezar a hacer hoy


 
[Este breve diálogo didáctico es sólo un ejercicio de imaginación sobre un tiempo, un lugar, una situación y unos personajes imaginarios que podrían finalmente ser reales,si no se remedia a tiempo. Su único objetivo es sensibilizar a los lectores sobre un tema preocupante]

           La acción transcurre en verano, en la plazuela de un pueblo cualquiera del centro sur de España, en el año 2025. En el decorado, frente al espectador, se distingue la pared de una casa, toda desconchada, y delante, las aceras carcomidas por el tiempo y la desidia, y con hierbajos que parecen escalar hasta el tejado. Al lado derecho se abre una calle, también delimitada por una pequeña casa cuyo tejado está ya desvencijado desde hace tiempo. Al lado izquierdo, se ve la esquina y parte de otra casa de pueblo con patio ajardinado, dentro del cual el protagonismo se lo lleva un arbolito de unos dos metros, ya completamente seco. Delante de la casa con el jardín hay un banco hecho con un tablón de madera que se asienta sobre dos bloques de cemento.
              Sentados en el banco hay un hombre y una mujer con ropa de colores claros,   
veraniega. Él lleva en la mano una máquina de fotos. Cogida entre sus manos, tien   en una foto. Miran la foto y miran al arbolillo, y miran también alrededor, hacia los dos    lados, intentando  situarse.


         Personajes:
           PEPI: señora de unos 60 años, mujer de Fidel.
           FIDEL: marido de Pepi.
           ISIDORO: señor mayor, de unos 80 años, padre de Manolo.
          MANOLO: hombre de unos 60 años, hijo de Isidoro.
          Duración aprox. para representación: 30 min.

                                                             --------------------

PEPI: Uff, qué ganas tenía de sentarme, después de la caminata que nos hemos dado. Y el calor que hace aquí…
FIDEL.- Anda, pero si es aquí. Mira, la foto está clara. Tu madre, la casa con el jardín, aquella esquina… Y el árbol.
PEPI.- Que está completamente seco. Pero ahora que recuerdo, este árbol no puede ser aquel. Creo que era una acacia inmensa, con sombra para 10 o 12 personas. Y había un columpio en una de sus ramas. Casi ocupaba todo el jardín…, si es que se le podía llamar jardín.
FIDEL.- Pues peor aún. Yo pensaba que después de tantos años, sería más grande. A este no merece la pena ni echarle una foto.
PEPI.- ¡Qué pesado con tus fotos! Antes tu afición era fotografiar fuentes, puertas, rejas y casas solariegas. Fotos muy bien hechas, la verdad. No te lo discuto. Pero desde hace un año te ha dado por retratar árboles y postes de electricidad. Cuando se te mete una manía en la cabeza…
FIDEL.- Es que ver en el baúl esta foto de tu madre… Yo no sabia que tenía esa foto.
         Debíamos haber venido antes, al fin y al cabo aquí fue donde tú naciste.
PEPI.- Mira, para tu colección, saca una foto de esa puerta vieja, o de aquella jícara sin cables. O de aquella fuente que está seca, igual que el árbol. Aunque a mi no creo que me guste mucho verlas luego.
FIDEL.- Pero, vamos a ver, Pepi. Ahora que venimos decididos, con máquina de fotos, con vídeo en el coche…, con todo el equipo... te veo sin ilusión.¡ Mujer, que es tu pueblo! Y tu pueblo es, o debería ser, como tu segunda madre.
PEPI.- Más que madre, di madrastra.
FIDEL.- No digas tonterías, anda.
PEPI.- Una madre no te deja ir. Y esta tierra no nos retuvo dándonos oportunidades. Tuvimos que marcharnos para poder vivir.
FIDEL.- Una madre, una madrastra… Es una forma de hablar. Es como hablar de la madre patria. Las patrias y los pueblos las hacemos las personas. Nosotros mismos con nuestro trabajo, con nuestras iniciativas. Nadie más.
PEPI.- Eso es, nosotros mismos. Y así nos fue. En los años 60 empezaron a irse los primeros, cuando aquí más que vivir apenas se sobrevivía, entre ellos mi tío Mariano. Más tarde fueron desfilando otros, a Madrid, a Barcelona, a Vitoria… No hubo nadie que hiciera algo por las mujeres y los hombres de este pueblo, para que no tuviéramos que irnos. Nos condenaron a dejarlo todo y a emigrar. ¡Qué pena!
FIDEL.- ¿Y qué podían haber hecho en aquellos tiempos?
PEPI.- ¡Yo qué sé! Es verdad que estábamos muy aislados, apenas había una furgoneta que pudiera llevar a la gente fuera de aquí, y que por cierto mi tío fue uno de los que la utilizaron cuando se fue a Francia. El gobierno de entonces hacía muy poco caso a las zonas rurales. Y la tierra apenas daba para malvivir. Y además, casi nadie de este pueblo ha querido o podido nunca invertir aquí, la verdad.
FIDEL.- Pero aquellos eran otros tiempos, y todo el país estaba más o menos igual de           mal. Luego  los tiempos mejoraron con la democracia y la gente fue saliendo
         adelante, aunque con mucho esfuerzo y sacrificio, eso sí.
PEPI.- Qué años más desperdiciados. Me arrebataron mi pueblo, tuve que irme a la fuerza, y encima ahora lo veo así, dejado de la mano de Dios, y de los hombres.
FIDEL.- Pepi, cariño, tranquilízate. Yo también soy emigrante como tu, pero el pasado, pasado está. Venga, anímate, mujer. Al fin y al cabo, incluso así, sigue siendo tu pueblo ¿no?
PEPI.- De mi pueblo solo quedan zarzas, yerbajos y casas abandonadas. ¿Es que no lo ves?
FIDEL.- No digas eso.
PEPI.- Como si lo hubiera inundado un pantano. Por no haber, ya no hay ni perros. Ni siquiera hay cobertura para llamar a nuestros hijos.
FIDEL.- Pues, mira, te equivocas. Al menos hay uno. Se  le oye ladrar.
PEPI.- Menudo consuelo. A saber de dónde saldrá. Estará lleno de pulgas y garrapatas.
FIDEL.- Donde hay un perro hay un amo. Un perro siempre busca compañía. Mira, por allí viene un señor.

[Se oye una voz  mandando callar al perro. El perro se calla un momento.
Luego un hombre mayor aparece en escena. Se ayuda de una garrota y va
fumando un cigarrillo]

         HOMBRE.- [Mirando para atrás, porque el perro ha vuelto a ladrar]. ¡Cállate, Silvestre! [El animal entonces le hace caso y se calla. El vejete llega a unos pasos de la pareja]. Buenos días. ¿Qué les trae por aquí?
FIDEL.- Pues, mire, señor. Que venimos de visita y…
PEPI.- [Le interrumpe Pepi] Usted no me conoce. Pero yo a usted creo que sí. Usted debe ser Isidoro, el amigo de mi tío Mariano; hablaba a menudo de Ud. Incluso me enseño una foto de los dos haciendo la mili en Zaragoza.
ISIDORO.- Sí, señora. Isidoro soy. Y de los últimos de Filipinas, como quien dice. Resistiendo por aquí. Y bien que me dolió saber que Mariano había muerto, pero es ley de vida. ¿Y con quién tengo el gusto de hablar?
PEPI.- Yo me fui a Francia cuando tenía 13 años, y no había vuelto nunca aquí ¿Usted no se acordará de María la sastra, mi madre, que no era sastra, pero que cosía la ropa, y con eso tirábamos como podíamos?
ISIDORO.- Claro que me acuerdo. ¡No me voy a acordar! Soy la memoria de este pueblo. Y tengo aquí [Señala su cabeza] registraos a tos sus habitantes. Y si no me engaño, si dices que era tu madre, ¡tú debes ser su hija, la Pepi!
FIDEL.-Y yo soy su marido.
ISIDORO.- ¡Vaya con la Pepi! No se habrá pegao veces ni ná con los muchachos de su edad…
FIDEL.- ¿Que los pegaba?
ISIDORO.- Sí, hombre. Porque ellos la llamaban “Pepina” cuando la querían hacer de rabiar. Menuda era, ¡tenía un genio¡
PEPI.- ¿Y qué tal está Ud.? ¿Y su señora?
ISIDORO.- La Luisa murió hace tres años. Tenía ya muchos achaques. Y yo ya con 80 años, ¿cómo quieres que ande? Pos no mu bien.
PEPI.- ¿Y vive usted solo por aquí?
ISIDORO.- Pos casi. El que se va a quedar solo es mi hijo, que andará por ahí, y que no sé ni cómo ha aguantao en este pueblo, el pobre.
FIDEL.- Oiga, ¿y la gente dónde está? Hemos dado una vuelta al pueblo y no hemos visto un alma hasta ahora, aparte de usted.
ISIDORO.- Cuando me casé, allá por el año 65 -porque entonces la gente se casaba con veinte años o menos, sabe usté.- seriamos unos 250 vecinos, veinticinco años después  no habría mucho mas de 100, y por el dos mil y pico no creo que pasáramos de 60, y la mayoría ya bastante viejos. Y ahora, ya sólo semos cuatro gatos. Mejor dicho, seis, y el Silvestre, que ya está tan mayor como yo.
PEPI.- Ya, ya…. ¿Y cómo ha aguantado usted aquí, con su edad? ¿No tiene hijos?
ISIDORO.-. Aquí ande me ves pues… no me manejo mal del tó. Saco algo de miel de unas cuantas colmenas pa gente de fuera, me las pagan bien. Y cazamos algo cuando necesitamos carne. Por aquí hay mucho guarro y mucho conejo, siempre cae alguno en los lazos. Y algún pez cae también de vez en cuando con el trasmallo. Además, está la pensión … y lo que saca el Manolo de las cabrillas y de algún trabajo que le sale por ahí.
FIDEL.- ¿Dónde anda su hijo, pues?
ISIDORO.-Vaya usté a saber, lo mismo anda cazando. Hay días que no nos vemos, así no discutimos. Menos mal que todavía tenemos la tele.
PEPI.- Oiga,  ¿y qué pasó para que la gente no se quedara? A principios de siglo, con el dinero de la Unión Europea muchas regiones y pueblos prosperaron, y todavía España, igual que Francia –donde nosotros vivimos todavía- y otros países, sigue siendo uno de los países más desarrollados y ricos de  Europa, y del mundo, inclusive. 
ISIDORO.- De eso hay mucho que hablar. Aquí no hubo gente que tirara p’alante. Y a las pocas que hubo no les hicieron mucho caso, la verdad. Siempre se tomaban las cosas de lao. Otro gallo nos cantara si se hubiese hecho caso de las voces de alarma que dieron algunos…
FIDEL.- ¿Voces de alarma?
ISIDORO.- Sí, hombre. De eso a lo mejor su mujer sabe algo.
PEPI.- No crea. Hemos tenido pocas noticias del pueblo. Cuente usted, cuente.
ISIDORO.- ¿Mi opinión?... ¿De verdad t’interesa?... Por cierto, ¿cómo dices que te llamas?
FIDEL.- Me llamo Fidel. Y soy de padres andaluces, pero criado en Francia.
ISIDORO.- No te preguntaba de dónde eres, pero se agradece.  ¿No tendrás un cigarro? [Fidel saca uno de la cajetilla y se lo da]. Pues verás. M’acuerdo que hace unos veinte años, más o menos,  hubo unos cuantos que animaban a todos a hacer algo p’al desarrollo de la zona ésta de nuestro pueblo. Hubo cuantas reuniones y  bastantes discusiones, por cierto. Parecía gente con voluntad y con ideas, aunque en este pueblo siempre ha habío mucho recelo pa tó.
FIDEL.- ¿Y eso de las voces de alarma?
ISIDORO.- M’acuerdo que decían que si no poníamos tos de nuestra parte, si no hacíamos algo rápido el pueblo se iba al guano en pocos años. ¡Y vaya si tenían razón, a la vista de cómo nos vemos hoy!
PEPI.- ¡Que es lo que hay que hacer siempre en estos casos! ¡Entre todos!
ISIDORO.- Ahí l’has dao. Había que conseguir que la gente se quedara en el pueblo, ayudándoles con las casas si era preciso; y si había que traer gente de fuera, pues se traía como ya habían hecho otros pueblos y parece que les había io bien. Y hacer una residencia de mayores. Y traer empresas para que hubiera trabajo y vinieran familias a quedarse en el pueblo, y que volvieran las personas marchás del lugar, como ustés.
PEPI.- Pues eso parecía que era lo suyo ¿no?
ISIDORO.- Y m’acuerdo que hablaban del Parque Nacional ese, el de los buitres y las cigüeñas, del que también hay  término de este pueblo. Querían que se hicieran casas rurales de esas que hay en casi tos estos contornos, y que los turistas vinieran a ver los buitres, los venaos, a pescar y cazar, a montar a caballo, a andar por estos alcornocales,  y así crear puestos de trabajo pa los del pueblo también, que falta hacía pa que se asentara la gente aquí. Y querían hacer como un museo minero en una antigua mina que hay por allí [Señala con la garrota],  que a lo visto hay alguno de esos en otras provincias y hay muchos turistas que los ven y dan trabajo y basante dinero. Y hablaban de que se unieran to los pueblos de estos contornos para atraer más turistas y trabajo pa tos ellos, porque entonces no había malas comunicaciones por esta parte.
          ¡Ah! Y hablaban también de reunir las cosas antiguas de estos pueblos y hacer un museo con ellas, que eso gusta mucho también a los turistas.
PEPI.- ¡Vaya lástima!
ISIDORO.- Pos sí, y otras muchas cosas de las que ya no m’acuerdo bien. ¡Con lo que les gustan los animales a los turistas; y anda que no hay por aquí!
PEPI.- ¿Y qué animales eran esos, Isidoro?
ISIDORO.- ¡Pos los mismos que ahora, más o menos!...Venaos, buitres leonaos, jabalines, cigüeñas, corzos… Los que el hijo y yo cazamos sin poblemas. Eso es lo único bueno que hemos sacao con irse toa la gente: que cazamos lo que queremos, cuando queremos y ande queremos. Lo malo es que estamos casi solos. A veces vienen algunos que tienen casas aquí, pero cada vez menos; y en invierno estamos más solos que la una.
FIDEL.- Oiga, y ¿todo eso lo pensaron hacer gente de aquí?
ISIDORO.- Claro que sí, ya le he dicho antes que eran hijos del pueblo, aunque muchos no vivieran en él. Pero verá usté, Fidel. Yo, y otros como yo, jóvenes y viejos, nos quedamos embobaos. Aquello era una cosa mu gorda que no entendíamos bien, y que no nos creíamos que se hiciera sin interés ninguno.
PEPI.- ¿Y qué pasó? ¿Por qué no se pusieron en práctica esas iniciativas?
ISIDORO.- Pues no sé, qué quiere que le diga. Yo lo que recuerdo es que la gente se dedicó a criticar por criticar, mucha gente desconfiaba, se ve que debíamos d’estal mu a gusto como estábamos. Y mira ahora cómo nos vemos, sin remedio ninguno. Unos pocos quisieron ayudar pero no era bastante, esa era una labor de tol pueblo, no de cuatro… Una pena mu grande. Si pudiéramos volver p’atrás… Pero ya no hay tiempo. ¡Las cosas hay que hacerlas cuando hay que hacerlas; si no se hacen, luego vienen las lamentaciones y ya no hay remedio!
PEPI.- Y ahora estamos aquí lamentándonos como en un entierro. Un pueblo sin gente que viva en él ya no es pueblo; se queda como un lugar para fantasmas.
FIDEL.- ¿Y quién gobierna el pueblo ahora?
ISIDORO.- ¡Pos quien lo va a gobernar!  El alcalde es del pueblo d’al lao. Ese mismo por el que habrán pasao ustés pa llegar aquí, que ya tiene más de 300 vecinos, sin contarnos a nosotros seis. Pos ahora dependemos d’él pa to, cosa que nadie quería, pero a ver, los cuatro gatos que somos …
ISIDORO.- ¡Hombre, por fin se te ve el pelo!... [Dirigiéndose a Pepi y a Fidel] Es mi hijo. Mirar cómo viene. ¿No lo reconoces, Pepi?...

[Aparece por la izquierda un hombre de sobre unos 60 años. Tiene algo de
barba y viene vestido con ropas viejas de caza. En el hombro trae una escopeta
abierta, y en una mano dos conejos. Le cubre la cabeza una gorra verde]

MANOLO.- Buenas días, padre. Y compañía.
ISIDORO.- Qué pasa, hombre. ¿Es que no conoces la visita?
MANOLO.- Pues no, yo a este señor no lo visto en la vida.
ISIDORO.- Lo digo por ella, criatura.
MANOLO.- Mucho gusto, señora.
ISIDORO.- ¿Pero no la conoces, hombre? ¡Es Pepi, Pepina!... ¡La que se fue con su madre a Francia cuando tenía unos doce o trece años!
MANOLO.- [Tras mirar de nuevo a la mujer, con cierta timidez].
       Ah, sí, ahora caigo. ¿Cómo está usted?
PEPI.- Hola, Manolo. Estoy bien, gracias. ¿Y qué tal tú?
MANOLO.- Bueno, tirandillo.
ISIDORO.- [Dirigiéndose a Fidel] Fueron novietes de muchachos, ¿sabe usté?... Y se querían mucho. Bueno, como hermanos, no vaya usté a pensar... A lo mejor s’habrían arreglao, pero como su madre y ella se fueron p’al extranjero buscando futuro…
                                 [SE HACE UN BREVE SILENCIO]

MANOLO.- ¿Y cómo por aquí?
PEPI.- Pues nada. Que murió mi madre hace unos meses y empezamos mi marido y yo a revolver sus baúles, y salió una foto de nuestra casa y el patio con la acacia. Y decidimos venir, a ver cómo seguía esto después de tanto tiempo. Esta que tengo aquí, mírala [Se la enseña]. ¿Te acuerdas tú del árbol?
MANOLO.- Cómo no me voy a acordar. ¡Pos no hemos jugao veces ni ná en el recimijón que había!
FIDEL.- Pues de él ya no queda ni el tocón.
PEPI.- Hemos ido al cementerio a ver la tumba de mis abuelos y estaba todo lleno de zarzas y yerbajos. No hemos encontrado nada, y encima me he pinchado en un brazo, apartando unas zarzas. La verdad es que el pueblo y los alrededores está  todo muy abandonado. ¡Todavía no me puedo creer que haya llegado a esto!
ISIDORO.- Pos anda que nosotros, ¿verdad Manolo?
MANOLO.- Como en un desierto. Nadie hizo caso de la  alarma que dieron algunos hará ya unos veinte años …
PEPI.- Sí, ya nos ha contado algo tu padre.
MANOLO.- … Había un montón de cosas que hacer, es verdad. Y se podían hacer. Eso sí, había que echarle ganas, y generosidad, y ilusión. Y además, entonces había dinero todavía pa empezar a hacer algo. Pero t’ol mundo se quedó parao, y a los que querían tirar p’alante no se les apoyó lo suficiente, más bien algunos hicieron lo contrario, otros se resignaron ¡Qué ceguera la nuestra!
PEPI.- Hemos visto al pasar como una especie de piscina, abandonada y llena de yerbajos, como todo, ¿hace mucho que no se usa?
MANOLO.- Pues hará unos ocho o diez años. Cuando dejó de llegar el dinero de la Central Nuclear, esa que cerraron también por ese tiempo, y se fue muriendo o yéndose la gente mayor, y claro los familiares de Madrid o de otros sitios ya venían cada vez menos. Ya antes se había cerrao el bar que había, porque la familia que lo explotaba no sacaba pa vivir, y se fueron. Las carreteras se han ido llenando de baches que nadie se preocupa de arreglar. El abandono más total.
FIDEL.- Oye, Manolo. Se lo he preguntado a tu padre. Pero, según tú, ¿cómo hubiera podido evitarse esto?
MANOLO.- Yo no lo sé. A lo mejor teníamos que haber estao más uníos, haberlo intentao por lo menos, aunque se sabía que no iba a ser fácil.
ISIDORO.- ¡Menos mal que el médico por lo menos no está lejos! Eso sí,  casi siempre hay que ir al pueblo d’al lao, que tiene dos. Claro que nosotros nos apañamos ¿verás Manolo?
PEPI.- Pero, incluso en este estado, el entorno del pueblo es muy bonito, con esas sierras, esos arroyos, esos alcornocales, los pájaros… A los turistas les gusta mucho eso.
MANOLO.- Algunos vienen, pero con las carreteras como están de baches,  y sin un sitio donde beberse un refresco... Y nadie mete en el Interné ese ni una mala foto del pueblo. Así que ¡quien se va a enterar que existimos! Y ahora el pueblo está como está: con las fincas abandonás, sin gente, con las malas hierbas que van a llegar cualquier día de estos hasta el tejao de la torre. Y las casas vacías…
FIDEL.- ¡Otro pueblo español fuera del mapa!
ISIDORO.- Si hubiera habío gente, como la hay en casi tós estos contornos a lo mejor hasta éste se hubiera casao, porque siempre ha sío mu cortao.
MANOLO.- Y cuando se muera mi padre, por ley de vida, ¿qué me queda que hacer a mi aquí, yo solo, en este pueblo abandonao? O me vuelvo loco o me pego un tiro.
 [La última frase la dice quebrándosele la voz].
FIDEL.- Hombre, no te pongas así. Venga, poneos los tres ahí, que os saco una foto para enseñársela a nuestros hijos.
PEPI.- Sí. ¡Menudo recuerdo les voy a llevar! Yo que venía pensando que esto era un paraíso… ¡Qué desilusión! Venga, Fidel, despídete de estos señores y vámonos ahora mismo, antes de que me eche a llorar.

[Van saliendo de escena, diciendo adiós a Isidoro y Manolo con la mano, que les miran, tristes, alejarse].                FIN

Idea: Tomás Melo
Texto: Jesús Camacho, con la colaboración de Tomás Melo
Toledo, Agosto 2007